Entrando el la dehesa de los Caballos, Platero empezó acoger y Yo me eche al suelo.
Le pregunte a platero:
-Pero, ¿que te pasa?
Platero dejo la pata derecha un poco levantada, mostrando la ranilla, sin fuerza y sin peso casi sin tocar con el casco ardiente del camino. Juan Ramón le dijo ha Platero que lo iba a cuidar mejor que su viejo medico Darbón, le he doblado la mano y le he mirado la ranilla la tenía roja, una púa larga y verde de naranjo seco se le había clavado en la ranilla como un redondo puñalillo de esmeralda. Juan Ramón estremecido de dolor de Platero, le tiró de la Púa y lo he llevado al pobre al arroyo de los lirios amarillos, para que el agua corriente le curase, con su larga lengua pura, la heridilla. Después hemos seguido hacia la playa yo delante y Platero detrás mía cojeando todavía y dándome suaves topadas en la espalda.
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